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martes, 6 de marzo de 2012

Reflexiones – La esperanza muere al último

Alan era un buen hombre, buen amigo, esposo y padre. Todos los días se levantaba temprano para ir a trabajar. Una mañana sonó su reloj despertador como de costumbre a las 6:30 AM. Se levantó, preparó su almuerzo y salió de su casa. Al salir de su edificio, sintió un escalofrío y tuvo un mal presentimiento. Sin embargo, no le prestó atención pues se le hacía tarde para tomar el autobús. Cuando llegó a su oficina, vio que su secretaria estaba observando las noticias en el televisor. El reportero narraba consternado el tremendo desastre que había ocasionado un fuerte sismo en la colonia Las Granjas (lugar donde se encontraba la casa de Alan) hacía apenas 10 minutos.

Alan dijo para sí mismo: No puede ser, debe tratarse de un error, yo no sentí ningún movimiento durante el trayecto para acá. Tengo que ir a mi casa para asegurarme de que todos estén bien y así estar más tranquilo.

Rápidamente tomó un taxi, para llegar lo más pronto posible.

A dos cuadras de llegar a su domicilio una patrulla le impidió el paso al vehículo, diciendo que únicamente las unidades autorizadas podían pasar dado que se trataba de una zona de desastre. Alan bajó del auto a toda prisa y enseñando una credencial donde aparecía la dirección de su vivienda, le permitieron pasar. Cuando estaba a una calle de llegar, miró con horror que el edificio donde había vivido más de 18 años ya no estaba. Solamente quedaban escombros. Desconsolado, se puso de rodillas y comenzó a llorar. Preguntó a los paramédicos si existía la posibilidad de que hubiera sobrevivientes. Uno de ellos le dijo que sí, que estaban en las ambulancias. Alan revisó cada una de ellas, pero desafortunadamente no encontró a ningún miembro de su familia.

Luego de unos minutos, regresó al taxi y entonces el chofer le comentó: no pierda la fe amigo, la esperanza muere al último. Ya verá como encontraremos a sus seres queridos.

Ahí comenzó una búsqueda frenética en todos los hospitales y clínicas de la ciudad. También fueron a la policía y hasta los servicios forenses. Así pasaron dos días buscando de arriba a abajo, por todos lados sin ningún resultado.

Como último recurso, se dirigieron al Hospital General, el cual se encontraba ubicado a más de 5 km de donde ocurrieron los hechos. Alan entró a la sección de urgencias y una enfermera le comentó que algunas víctimas del temblor se encontraban en el pabellón de observación y recuperación.

Al llegar ahí, vio como todas las camas del lugar estaban ocupadas principalmente por personas que tenían una o varias fracturas. Revisó meticulosamente una a una, esperando que en alguna de ellas estuviera su esposa o sus hijos.

De momento sus ojos se llenaron de dicha y alegría cuando observó que toda su familia se encontraba allí. Claro, presentaban algunas lesiones, aunque nada de gravedad. Por un momento creí que no los volvería a ver con vida, no obstante, un amigo me dijo que la esperanza muere al último y vaya que tuvo razón. – Dijo sonriendo.

1 comentario:

  1. Mis respetos para quien escribio esta carta tiene mucho sentimiento y palabras bonitas gracias a esta carta tengo novia

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